Con la llegada del nuevo año seguramente nos hayamos propuesto embarcarnos en nuevos proyectos, asumir nuevas responsabilidades, poner en marcha nuevas ideas y luchar por conseguir nuestros objetivos.

 

Este es el punto de partida hacia el camino de una vida mejor, pero ¿qué ocurre cuando no todo sale como esperábamos y nos encontramos con un gran obstáculo, la falta de motivación? Es posible que sepamos qué hacer para lograr nuestro objetivo, pero ¿Por qué vacilamos, nos apartamos de nuestro camino o perdemos fuerza e intensidad en nuestras acciones?

 

Sabemos que la motivación es un factor determinante para conseguir nuestros objetivos y la mayoría de las veces, su ausencia, el mayor obstáculo. Hay momentos en los que nos sentimos sin deseos ni fuerzas para continuar con nuestras metas, bien por habernos enfrentado a un sinfín de obstáculos, cuando percibimos que los resultados no son los esperados o nos cansamos de trabajar a un ritmo elevado. La falta de autoestima y el miedo a la desconocido suelen ser también factores claves que desembocan en esa falta de motivación.

 

Se ha hablado mucho del concepto de motivación refiriéndonos a la fuerza esencial de la vida, un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta de la persona hacia metas o fines determinados, el impulso que mueve a la persona a realizar determinadas acciones y persistir en ellas para su culminación. En líneas generales, es lo que aporta energía y dirección a la conducta.

 

Pero ¿qué hacer cuando sientes que esta fuerza no es la suficiente como para continuar? Llegados a este punto es importante pararse a pensar y replantearse dónde nos encontramos. Ser consciente del momento en el que estamos ¿Hacemos lo que realmente queremos? ¿Decidimos nosotros o nos dejamos llevar por los demás? ¿El objetivo que persigo es el que me planteé en un principio? ¿Cuánto de importante es para mí conseguirlo? Encontrar el sentido a lo que se hace es clave para mantener un buen nivel de motivación. Hay ocasiones en que las metas que nos proponemos no son lo suficientemente relevantes para nosotros, lo que provoca que el desánimo y la falta de energía hagan mella en nuestra conducta.

 

Debemos escoger las metas siempre de acuerdo a nuestras pasiones, valores, deseos, talentos y propósitos de vida, siendo nosotros mismos. Sin embargo, incluso en aquellas ocasiones en las que elegimos desde ese prisma, podemos perder la motivación a mitad del camino. ¿Qué hacer entonces?

 

Frente a las resistencias que surgen y evitan mantener activa la  motivación personal lo primero sería saber identificar las nuestras y así actuar frente a ellas. Estas serían algunas:

 

Falta de confianza. No estar seguro de tus capacidades puede mermar esa energía y fuerza para enfrentarse a tus metas. Las personas que tienen una baja autoestima suelen perder la motivación más rápidamente ante las exigencias de enfrentarse a sus objetivos con la creencia de  que no son merecedores del éxito o no están preparados para él.

 

Expectativas negativas: Muy común en personas con tendencia pesimista que suelen ver el aspecto negativo de las cosas. Se centran en los problemas y obstáculos. Este es un factor limitante muy común que genera un estrés añadido que facilita la perdida de motivación para evitar enfrentarse a esos pensamientos negativos ya que debilita las fuerzas de la persona.

 

Perfeccionismo. Personas que pese a terminar una tarea tienen la sensación de que lo podrían haber hecho mejor. Su nivel de autoexigencia es elevadísimo, por lo que insisten en ciertos aspectos una y otra vez lo que provoca una perdida de motivación.

 

Sobreesfuerzo. El objetivo requiere de un esfuerzo extra y a veces agotador que impide que la persona pueda integrarlo en su vida de forma natural. El nivel de intensidad para conseguir tu meta debe permitir que la persona pueda compaginarlo con otras facetas de su vida y le permita un tiempo de desconexión. El agotamiento físico conlleva que el nivel de abandono hacia la meta sea elevado.

 

Falta de planificación. Importantísimo tener un plan de acción definido, realista y acorde a tus principio. Es tan necesario saber hacia donde vas como que hacer, cuando  y como.

 

Pasividad: Es la peor enemiga de la motivación. Por muchas ideas que tengamos y propósitos, caerán en saco roto si no actuamos, lo que reforzará nuestra desmotivación. Es importante tener en cuenta que no puedes esperar que los demás lo hagan por ti.

 

Lo que si está claro es que para mantener un buen nivel de motivación es importante trabajar la autoestima y los pensamientos positivos. La motivación constante se da cuando “creemos” cada una de las palabras que nos decimos y  confiamos en que nuestras decisiones son fruto de nosotros mismos y no de creencias y valores externos que pueden desvirtuar lo que realmente queremos. Estar seguro de lo que persigo es la mejor garantía para mantener la motivación. Ésta no es algo que se haya de adquirir a modo de posesión si no que es algo que ha de ejercitarse constantemente, es una aptitud que hay que entrenar para que cada vez sea más fácil superar las resistencias del momento. Es un ejercicio que nos permitirá ver con más claridad los objetivos que nos proponemos en cada momento de nuestra vida y qué estrategia adoptar para alcanzarlos.

 

Tras su larga experiencia Churchill pudo afirmar que “El éxito es la habilidad de ir de fracaso a fracaso sin perder el entusiasmo”

Pilar Somosierra Farfán. Licenciada en Psicología por la Universidad de Sevilla; y Master en Dirección RRHH (IEJE). Profesional de recursos humanos especializada en la gestión y desarrollo de personas. Responsable Área de empleo de FMS.