Hace tiempo que venimos oyendo hablar de coaching, personal, grupal,  deportivo, espiritual, ejecutivo…. Existe infinidad de definiciones, opiniones de expertos que parecen confirmar que se trata de una de las profesiones con futuro. Pero ¿conocemos realmente cuál es la esencia de esta disciplina y su aplicación a la empresa? Aunque lleva unos años en nuestro contexto empresarial, aun nos genera muchos interrogantes

Este artículo pretende acercar al lector el ámbito en el que se desarrolla el coaching ejecutivo, a modo de introducción a esta disciplina.

Las primeras cuestiones que nos asaltan serían: ¿es algún tipo de asesoramiento o es más bien autoayuda? ¿Solo es para ejecutivos de empresa o puede ayudar también a un particular? ¿Es una nueva rama de la psicología? Son interrogantes lógicos cuando estamos ante un concepto relativamente nuevo para nosotros.

En concreto, el coaching en el ámbito empresarial, ( coaching ejecutivo) es la disciplina orientada al desarrollo del potencial directivo y profesional en los niveles personal, como líder de un equipo, y profesional, como miembro de una organización.

Aunque cada vez son más las empresas que apuestan  por contar con la figura del coach, porque “muchos ejecutivos empiezan a darse cuenta de que su bienestar y equilibrio interno son la base de un liderazgo eficiente e inspirador” según nos comenta la coach Maite Barón, directora de Building Visionary Organizations,  todavía hay reticencias para emplear tiempo y dinero en la contratación de este servicio y entenderlo como una inversión  empresarial.

A grandes rasgos el objetivo del coaching es capacitar a los ejecutivos para que ellos mismos sean la mejor versión de sí mismos. Este sería un buen punto de partida para explicar la necesidad de entrenarnos en habilidades y capacidades necesarias para gestionar la tensión y responsabilidad que supone un puesto directivo.

Teniendo presente la realidad actual, social y empresarial, comprenderemos que los cambios y  la incertidumbre a los  que se enfrenta el ejecutivo le someten de continuo a una doble presión. Por un lado la obligación de contribuir activamente a unos buenos resultados económicos para su empresa y por el otro a la responsabilidad de la gestión de un grupo de personas con sus intereses, necesidades y objetivos.

Es en este contexto que conceptos como autoconocimiento, desarrollo personal, cambio, toman especial relevancia y surgen como punto de partida y meta última del coaching. El coaching promueve en el ejecutivo la capacidad de  reflexionar detenidamente para tomar decisiones efectivas, más allá de las exigencias y obstáculos diarios, favoreciendo el crecimiento, maduración  y evolución como personas y por tanto su capacidad de ver las cosas desde otra perspectiva. Esto por consiguiente influye en su gestión y forma de ver a su equipo de trabajo, logrando así alinear la cultura organizacional de su empresa con el bienestar de sus empleados.

Así pues, surge la figura del coach o entrenador como la persona que orienta y acompaña en todo el proceso, ayudando a la persona a establecer sus objetivos, plantearse nuevas metas, y tomar conciencia de su situación actual y necesidad de cambio. Su papel no es tomar decisiones por el ejecutivo, ni ofrecer respuestas, sino actuar con  un objetivo; que sea la propia persona la que se plantee nuevas alternativas  y busque las soluciones por sí mismo.

A diferencia de una sesión terapéutica, el coaching no se centra en el pasado, trata el aquí y ahora, incidiendo en la oportunidad de crecimiento y cambio. Todo ello se traduce en una mejora en la gestión de las emociones y conciencia de su realidad.

La ventaja de este tipo de disciplina con respecto a otros métodos, viene dada porque se centra en su condición de ser una técnica personalizada, compuesta por sesiones individuales que permiten que el ejecutivo se sienta relajado y libre de miedos por la imagen que pueda dar a los demás. Además al crearse un clima de absoluta confianza y confidencialidad, todos los asuntos pueden ser abordados durante las sesiones. Todo esto va a permitir que el ejecutivo desarrolle una adecuada percepción de la realidad, posicionarse desde una perspectiva más amplia y menos individual a la hora de abordar las distintas situaciones, lo que conduce a la búsqueda de soluciones desde otros puntos de vista antes no contemplados.

Se trata de un proceso largo, costoso económica y emocionalmente pero que persigue ayudar a la persona a encontrar su “verdadero yo” y actuar en consecuencia.

Como todo proceso de cambio exige un elevado nivel de compromiso y responsabilidad, y al tratarse de una experiencia transformadora, es imprescindible tener ganas de vivenciarla sin presiones externas y con una actitud positiva.

Moda o no, su nivel de implementación es cada día mayor, y a pesar de la crisis o, mejor, gracias a ella, este fenómeno está creciendo de manera exponencial en España. Y es que, una vez comenzado un proceso de coaching ejecutivo la tasa de abandono es mínima. Según datos de la Asociación Española de Coaching y Consultoría de Procesos (Aecop), los directivos suelen ser fieles: tan sólo el 5% abandona el proceso.

“Todo parece cambiar cuando tú cambias”. Con esta frase de Amiel me gustaría terminar porque resume un punto de vista sobre el que he querido invitaros a reflexionar con este artículo y que es un importante detalle que suele pasarnos desapercibido.

Pilar Somosierra Farfán. Licenciada en Psicología por la Universidad de Sevilla; y Master en Dirección RRHH (IEJE). Profesional de recursos humanos especializada en la gestión y desarrollo de personas. Responsable Área de empleo de FMS.